viernes, 25 de noviembre de 2011

EL DERECHO A PENSAR DIFERENTE


Reclamo mi derecho a pensar diferente. Parece una obviedad. Como derecho, lo tengo reconocido constitucionalmente desde hace más de treinta años. Sin embargo con este derecho ocurre como con el de la igualdad de géneros. Nadie lo pone en tela de juicio pero aún las mujeres cobramos menos por el mismo trabajo, tenemos menor presencia en puestos de responsabilidad, llevamos la carga doméstica....

No es ocioso lo que digo porque últimamente prima la homogeneidad, prima lo monocromo que se expande como una epidemia, como una fuerza centrípeta irresistible. Y algunos nos rebelamos. Y los que nos resistimos a esa corriente nos colocan en un "limbo". Se nos niega la utilidad, la posibilidad de tener entidad propia, convicciones sinceras y reales.

Por eso reclamo mi derecho a disentir, a estar unas veces a favor y otras no. A estar de acuerdo con unos y también con otros sin cometer por ello delito ideológico. Reclamo mi derecho a tener ese sitio equidistante de muchos y coincidente de muchos también. Me niego a pensar lo que me dicten los dioses de la comunicación todopoderosa. Me niego al maniqueísmo, a la alternancia sin alternativa. Me niego a volver a la Restauración y quiero un siglo XXI más abierto, sin fronteras políticas ni mentales. Sólo el reino del pensamiento libre en libertad.Y reclamo que nadie me sustraiga ese derecho, ni me condene al ostracismo por ello.

Y es que corren malos tiempos para los diferentes.


jueves, 10 de noviembre de 2011

ESCRITO EL 11/05/10 ¿QUÉ HA CAMBIADO?


EL “COMERCIO JUSTO” Y LOS “MERCADOS INJUSTOS”

Este fin de semana se han celebrado los días internacionales: El día internacional del “comercio justo” y el de “Europa”.

Esto de los días internacionales no creo que tenga más relevancia ni más trascendencia que la de lograr algunas líneas o algunos minutos en los medios de comunicación. Una fórmula que haga meditar sobre un problema, un hecho o un colectivo específico como una llamada de atención a la sociedad.

Pero no deja de llamarme la atención la coincidencia de estas dos celebraciones en el mismo fin de semana, cuando se reclama la extensión del “comercio justo” y el día de “Europa” como un presente sólido del viejo continente.

En el comercio justo lo que entra en juego en muchos casos es la supervivencia de pequeños productores que están sometidos al proteccionismo de muchos países y a los inmensos intereses comerciales de los grandes intermediarios.

Europa, por su parte, lleva años, décadas, forjándose como un proyecto colectivo de países desarrollados, con economías sólidas, ejemplo de democracia y de capitalismo bien engrasado al que se han ido vinculando otros países para hacer una Europa más grande, más solidaria y más fuerte.

La globalización en la que casi sin apreciarlo nos hemos visto inmersos ha influido en algunos aspectos positivamente en ambos: los países pobres y Europa. Pero también ha incidido negativamente, convirtiendo a Europa en objetivo rapaz de los mercados financieros y haciendo más necesario que nunca el comercio justo como gesto de solidaridad con los más desprotegidos.

Por otro lado, la crisis económica ha agudizado las diferencias entre el primer y el tercer mundo. Pero lo más interesante, en mi opinión, que ha revelado últimamente es que esa dicotomía entre los que manejan la economía mundial y los manejados es diferente de la que los europeos creíamos. En los mercados financieros se controlan las economías, se mueven las grandes fortunas de Este a Oeste en los parquets del planeta. Incluso, como se ha visto estos últimos días, se deciden la fiabilidad y la viabilidad de las deudas públicas y en definitiva de los países.

Los últimos acontecimientos han dejado patente que también la vieja Europa se puede ver manipulada por los mercados (financieros) a su antojo. Las empresas de “rating”, la rumorología, los especuladores, pueden hacer a Europa tan vulnerable como los pequeños productores de café, de azúcar o de maíz, que luchan por su “comercio justo”. Paradójicamente las mismas

compañías y especuladores que hace unos meses abocaron al mundo a una crisis sin precedentes; las mismas compañías y especuladores a los que tuvieron que salvar de la hecatombe los mismos Estados, es decir, los ciudadanos que hoy ponen en “solfa”.

Cada vez parece más razonable la idea de que debemos poner freno definitivamente a los mercados financieros especuladores. Hoy deberíamos convocarnos todos a celebrar el “Día Internacional de los mercados justos”.

lunes, 19 de septiembre de 2011

AUTOCTONISMO VERSUS INTERNACIONALIZACIÓN


La semana pasada desfilaron por el Parlamento cada uno de los Consejeros del Gobierno para presentar las líneas maestras de su política, de su proyecto para la legislatura. A medida que iban pasando los días y los Consejeros se iba apagando la exigua esperanza que me quedaba de oír algo concreto e ilusionante. Unos con mejor estilo, otros con más tablas, pero ninguno abandonó San Rafael destacando un futuro esclarecedor y sin la coletilla de la “herencia recibida”.

El viernes, el último, el Sr Serna me puso el vello de punta. Aquello de “apartarnos del autoctonismo” resonó en mi cabeza como un trueno. “Apartarnos del autoctonismo”. Sin duda no me sorprende de él como no me hubiera sorprendido de ningún otro que hubiera sido nombrado porque ese “somos regionalistas como el que más” de Diego nunca fue ni sentido ni sincero; fue un gesto de marketing, como tantos, para arañar votos de aquí y de allá. Pero aunque lo temiera, oírlo expresamente fue impactante.

Lo peor sin duda es la interpretación que ellos (los del PP) hacen del autoctonismo. Ellos lo entienden como olor a boñiga, pueblo y paletos con albarcas. Y la interpretación que nosotros hacemos del “apartarse”, es decir, ni un euro.

Pues mal, muy mal; muy pacata su interpretación. Debían preguntarnos a nosotros, a los regionalistas, que de esto sabemos un poco. Autoctonismo son las tradiciones, las de los pueblos y las de las ciudades; el bolo palma y las traineras; el queso de Tresviso y el pescado del Barrio Pesquero. Autoctonismo es conservar los trajes regionales y los baños de Ola; el baile del Pericote y los cursos de la UIMP; la Virgen de la Luz y la Virgen del Mar; un Festival de Folk o el FIS. Porque todos somos cántabros, todos tenemos tradiciones y todos las amamos....¿o no? ¿o depende de qué tradiciones o de qué fiestas o, sobre todo de dónde?. Pues mal, muy mal.

Pero la frase tenía una segunda parte: “la internacionalización”. Así de rotundo. Pues bien, muy bien. Tan bien nos parece que los regionalistas hemos propugnado y hemos trabajado por la internacionalización. Tenemos nueve cuevas más Patrimonio de la Humanidad. Se han apoyando deportes individuales y de equipo que han llevado a “Cantabria Infinita” (a lo que parece en peligro) muy lejos de nuestras fronteras. En Cantabria tendremos (si no se cruza nadie por medio) una nueva sede de Colegios del Mundo Unido y el Título del Español que acreditará a los profesores de nuestra lengua en todos los continentes. Los cántabros no tenemos que desplazarnos a otras regiones para viajar a Europa, y “Santander” aparece en las pantallas de aeropuertos de Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Bélgica. ¿Se puede pedir mayor internacionalización?. ¿No sabe el que fuera Vicerrector que tenemos una Universidad Campus Internacional de Excelencia?. Todo esto ya lo tenemos en Cantabria. El Sr. Serna se lo ha encontrado hecho.

Así que le agradecemos mucho la intención al Sr Consejero e incluso la compartimos, pero llega tarde. Todo eso de la internacionalización ya lo hicimos nosotros. Y lo hicimos defendiendo el autoctonismo, que no es incompatible. Antes al contrario: mal se puede vender fuera lo que se desconoce dentro. Más pareciera que el Sr. Serna se avergonzara de algunos de nuestros paisanos, muchos de ellos quizás votantes suyos, y prefiriera seguir siendo responsable de la Cultura y el Deporte sin saber qué es un emboque o sin cantar “soy de Potes” emocionado. Nosotros preferimos explicar en inglés cómo se birla o de dónde es originario el sobao, Porque al contrario de lo que defiende el Sr Serna y los suyos nosotros estamos convencidos de que debemos tener muy presente quienes somos y defender lo nuestro fuera de Cantabria orgullosos de esta pequeña tierra.

viernes, 10 de junio de 2011

EL TÚNEL


"¿Por qué el tiempo pasa tan rápido que no puedo reposar en el camino?¿Por qué necesito con ansiedad parar un momento y ralentizar mis pensamientos?¿Por qué no puedo lo que quiero?
Me rebelo como adolescente; pero ahora sé que es inútil mi rebeldía. Que debo aceptar a regañadientes; que cada vez más abundan los grises y que los blancos y negros no están en la paleta de colores. Puede que sea tristeza, o tan sólo resignación; o quizás pragmatismo. Poco importa. Sólo cuenta la dirección de la corriente. Nadar, ahogarse, o sólo flotar. Poco importa."

El estaba escribiendo todas estas reflexiones en la servilleta de papel cuando notó sobre su nuca el calor de su respiración. Ella llegaba sigilosa y dulce, como siempre. Hacía tiempo que le notaba extraño, distante y abandonado a la nostalgia. Nada de lo que ella hacía o decía cambiaba su rostro, su gesto ausente y melancólico.

Ella intentó leer de reojo el contenido de aquel texto, esperando encontrar en él la solución a sus ansiosas preguntas, siempre vacías de respuestas. Pero él, consciente de su actitud arrugó la servilleta hasta ocultarla por completo en su puño. Fue como cerrarle la puerta de su corazón.

La paciente espera durante meses estaba convirtiéndose en desesperación; la impotencia le estaba invadiendo el alma; no podía luchar contra lo desconocido; ni su enorme amor podía sacarle del estado en el que él se encontraba. Las ganas de gritar se le agarraron a la garganta. ¿Por qué?. Esa era la pregunta que le repiqueteaba en la cabeza una y otra vez. Y siempre el silencio escondido tras su mirada. Se estaba convirtiendo en un extraño al que amaba y empezaba a odiar; el que la hizo feliz y la estaba llevando al dolor.

Se sentó frente a él, recuperando fuerzas y valor. Le tomó las manos, aquellas que ocultaban su secreto y le miró directamente a unos ojos cada vez más profundos e inexcrutables.

"Te quiero como a nadie en el mundo. Y siempre será así".

Le besó con la misma dulzura de siempre y se alejó. Su dolor era tan intenso y profundo que temía derrumbarse allí mismo. Pero abrió la puerta y salió a la calle. En aquel momento se rindió. Supo que él nunca compartiría su alma ni con ella ni con nadie. Aquel alma desconsolada, amarga, atormentada y solitaria que su amor nunca lograría conquistar.








martes, 7 de junio de 2011

EL CAMBIO


Hacía dos semanas que había vuelto por allí después de muchos años. Recordaba nítidamente cada una de las sensaciones que me habían brotado al volver a Bárcenas.

"La formidable puerta principal formada por dos enormes hojas estaba en el centro del portal. Aunque con evidente deterioro, seguía siendo una belleza de sobria talla en una oscura madera de gran nobleza. Introduje la pesada llave que llevaba en mi bolso y al girarla comenzó a abrirse con un estruendoso chirrido. A medida que se abría se iba perfilando un enorme “hall”. El olor a humedad y abandono se mezclaba en mi memoria con los recuerdos de mis entradas en aquel mismo espacio muchos años atrás. Justo enfrente de la puerta se alzaba un amplio arco carpanel que descansaba en dos hermosas columnas de piedra caliza, tan abundante en la tierra, tras el que se erguía una hermosísima escalera, de piedra también.

Una vez dentro, mis ojos se fueron adaptando poco a poco a la escasa luz y sin necesidad de pensar, como en un acto reflejo, me dirigí a la habitación que se abría a la derecha. Era una amplia estancia rectangular de paredes totalmente recubiertas de madera que en los tiempos en que la vida fluía en la casa albergó la biblioteca. Recordé inmediatamente el rincón de lectura, del que apenas quedaban un par de piezas muebles. Allí solía sentarse el tío Nando, como solíamos llamarle la cuadrilla de niños entonces. Sobresalía su cabeza del respaldo del butacón de piel marrón, apenas inclinada sobre las enormes hojas del periódico. Y volvió a mí aquél aroma a tabaco; la estela que se elevaba del cenicero sobre la mesilla a contraluz; el bastón apoyado en la librería esquinada junto a la ventana. Me sorprendí de la nitidez de estas imágenes en mi memoria como si repasara las fotos de un álbum que hubiera permanecido cerrado y polvoriento durante décadas.

Las estanterías desnudas de cultura incrementaban mi sensación de nostalgia y desolación. Aquellos fondos fueron donados por el tío Nando a la biblioteca pública del pueblo cuando finalizaron sus regresos estivales y él quedó en la lejana tierra argentina y en el recuerdo de los que quedamos aquí. Muchos de aquellos libros eran de navegación y viajes, de escaso interés para los habitantes de un pueblo cuya inquietud literaria iba por otros derroteros y el reconocimiento de su valor muy ligero.

Al otro lado de la biblioteca había un pequeño saloncito donde mi padre solía tomar el café y jugar al mus en aquellos meses de verano, cuando la casa se abría a la familia y a la gente relevante de la comarca. Al entrar descubrí con agrado que la estancia conservaba todo el mobiliario; al menos el que yo, en un repaso de inventario mental, recordaba allí. Sobre el austero sofá de cretona de deslucidos colores seguía colgado aquel paisaje bucólico barrocamente enmarcado. La vitrina, ahora vacía de porcelanas inglesas, continuaba frente a las pequeñas butacas que hacían juego con el sofá y que dividían este espacio de descanso del destinado al juego. No había lámparas en los techos ni en las paredes, pero la luz entraba a raudales por los amplios ventanales libres de cortinas, lo que había hecho mella en los ricos suelos de madera, ahora castigados por años de sol".

Todos estos recuerdos de mi primera entrada a la casa dos semanas atrás, se repitieron en mi interior. Ahora estaba de nuevo allí, esta vez con un enorme secreto entre mis manos. Aún no alcanzaba a entender, a asimilar el giro que acababa de dar mi vida tras la lectura de aquellas cartas, ocultas a los ojos del mundo durante tantos años.

Apenas me había acercado a una de las ventanas que daba a la entrada principal cuando ví llegar un coche oscuro y grande. Sólo viajaba el conductor, que se apeó con rapidez y se encaminó a la casa. Cuando salí al hall él ya estaba allí, mirando a uno y otro lado buscando al súbito visitante de la “Gloriosa”. Cuando me vió, inmóvil y lejana, de pié en aquella entrada solitaria, con la mirada abandonada, supo de inmediato que mi vida había dado un inesperado giro

miércoles, 6 de abril de 2011

EL MILAGRO DE LA NATURALEZA


Debo confesar que me sigue sorprendiendo; me sigue maravillando... De nuevo brotan las hojas donde sólo había ramas desnudas. Los montes vuelven a recubrirse de una exuberante frondosidad. Surgen flores de increíbles formas y colores; aparecen por todos lados, desde las humildes margaritas en los prados a las más sofisticadas y extrañas de los jardines.

Es la luz, es el sol, es el calor que devuelve la fuerza y la energía después del olvido del invierno. A mí también me da fuerza y energía. Cuando abro los ojos por la mañana me encanta ver entrar la luz a través de la ventana; tomar mi primer café sentada viendo a mi perro retozar sobre el verde intenso y tumbarse al sol que empieza a calentar; y observar los movimientos impredecibles de una pájaro de pico naranja que comparte conmigo esos minutos de calma y sosiego antes de empezar el trajín del día. Sencillo, pero milagroso.

La he visto llegar muchos años ya; después del frío, la lluvia, de recogerme al abrigo del fuego la primavera inunda los ánimos con su intensa luz, con su tibia caricia. Pero siempre la espero para que me reconforte y me inunde hasta los huesos.

En mi tierra es especialmente bonita, agradecida, llamativa. Todos los paisajes se hacen más vivos y más intensos; el verde más verde y con más tonalidades; el cielo más limpio, más profundo. Y todo parece más real, abandonando la bruma misteriosa del invierno.

Detengámonos a disfrutarla; nada nos lo impide, está al alcance de nuestra mano y es tan fácil tocarla, olerla, saborearla....!


lunes, 21 de febrero de 2011

LAS PATATAS FRITAS Y LAS BARBAS DEL VECINO


¡Qué tiempos más convulsos en el corazón de Europa y en el norte de África!.

Bélgica lleva más de 249 días sin Gobierno, no se ponen de acuerdo sobre cómo resolver las reformas que satisfagan a unos y otros, flamencos, valones....Hasta el punto de batir un récord de esos que se publican anualmente en un libro con nombre de cerveza. Y además, mostrando un curioso sentido del humor, casi británico, lo celebran con esa “revolución de las patatas fritas”. La importancia del gesto no está tanto en el sarcasmo, o en el nombre que le dan a la convocatoria; sino en el significado: la voluntad de estar juntos pese a las diferencias, a veces agrias, que separan a los flamencos y los francófonos. De ahí que utilicen el curioso símbolo de las patatas fritas, oficiosamente invento de los belgas. Y ahí siguen, sobreviviendo con un gobierno en funciones sin que la clase política se ponga de acuerdo, mientras los estudiantes encabezan estas curiosas expresiones.

Otras manifestaciones estudiantiles, de jóvenes y mujeres y gente de toda condición se han venido sucediendo recién iniciado el año 2011 que parece haber llegado para cambiar algunas cosas. Y estas manifestaciones multitudinarias no son para pedir un gobierno que no hay, sino para que se marche el que hay. No sabemos el éxito que tendrán en Bélgica, pero, de momento en el Norte de África ya ha sucedido: dos países que han conseguido lo que nadie creía y nos han dejado a todos perplejos. Tan perplejos que nos han pillado a los europeos e incluso a los norteamericanos casi sin capacidad de reacción salvo la de decir qué bien, encantados de que inicien el camino a la democracia. Porque parecía que no nos habíamos dado cuenta de que no existía, tan a gusto estábamos con que no avanzaran por esas latitudes los extremistas islámicos.

Pero la gente allí, ahora que todo lo que pasa en el mundo se conoce “on line”, que no se pueden poner puertas al campo, ha descubierto que lo que tienen no es lo que quieren. Lo que quieren es un futuro mejor y labrarle ellos mismos, sin imposiciones. Internet y las redes sociales, manejados por jóvenes formados, han marcado la diferencia. Son las revoluciones de las nuevas tecnologías. Lamentando los muertos que se han quedado por el camino, que siempre son demasiados y siempre son una tragedia, es admirable lo que han conseguido y cómo lo han conseguido. Tanto los tunecinos como los egipcios tenían muy claro que el paso adelante que daban, lo hacían con la seguridad del no retorno, de no ceder un ápice en sus reivindicaciones, sin más presión que su simple presencia.

El efecto dominó ha empezado a funcionar recordándonos aquel otro que vivimos a finales del siglo pasado con la Unión Soviética y los países de Este. Ahora son Barheim, Yemen, Libia...los pueblos que quieren un cambio en sus países, cerrar la página oscura de los dictadores que tapan la boca a sus ciudadanos mientras engordan sus arcas en paraísos fiscales. Lo peor es que a los dirigentes de esos países, incluyendo a los monarcas de nuestra vecina Marruecos y de Jordania o los dirigentes de Argelia y el mismo Irán, esta movilización ya les ha cogido con las barbas muy remojadas. Mucho me temo que los ciudadanos de todos estos países no lo tendrán tan fácil. El éxito en gran medida dependerá de la presión internacional y del comportamiento del ejército. Ya veremos.

lunes, 14 de febrero de 2011

AL CALOR DEL HOGAR


La mirada se me quedó clavada en la llama; y pasó no sé el tiempo...Era una llama enérgica, poderosa, de un rojo intenso, como las brasas en que se convertía el grueso tronco de roble que reposaba resignado en el lecho de la chimenea. Me inundó una sensación de serenidad, de sosiego, de placidez. Seguramente mi gato compartía al menos parte de mis emociones porque suspiraba y ronroneaba alternativamente al ritmo de mis caricias mientras dormitaba tumbado en mi regazo. Un café cargado ahumaba sobre la mesa, junto al libro que apenas había comenzado a leer.

De repente mis ojos se desviaron al ventanal donde la lluvia golpeaba con fuerza impulsada por un viento que soplaba a ráfagas. Un escalofrío me recorrió el cuerpo estremecida por la sensación de abrigo al calor del fuego, protegida de las inclemencias, con la simple compañía de mi gato, un libro y un café.

Ese momento paraba el mundo, mi mundo. No existía el tiempo. Se evaporaban los problemas, las tensiones, los sobresaltos...nada de eso ocupaba mi pensamiento, limpio y claro ahora. Sólo el crepitar de las llamas y el profundo respirar de mi gato rompían el rítmico sonido de las gotas golpeando el cristal. La semioscuridad del atardecer al otro lado del ventanal convertía en extrañas sombras los frondosos árboles del jardín que con la luz del día me protegían maternalmente del sol. La penumbra del interior desparecía intermitentemente por el parpadeo de la hoguera. Todo a mi alrededor se transformaba en un nuevo escenario, un escenario mágico, un paraíso donde sólo reinaban duendes y hadas.

martes, 18 de enero de 2011

HOMBRES Y MUJERES EN POLÍTICA


Por fortuna para las nuevas generaciones de mujeres, el mundo - al menos nuestro mundo- está cambiando rápido. A pesar de la violencia de género, que sigue su dramático goteo; a pesar del machismo que asoma la patita por debajo de la puerta, a pesar de que en los hogares aún no se “comparte” y como mucho se “ayuda”, vislumbramos un futuro mejor para nuestras hijas y nuestras nietas. Y nos hace felices a las que no lo tuvimos tan fácil.

Tuvimos que hacernos un hueco profesional en un mundo de hombres donde teníamos que demostrar lo que a los hombres se les suponía; y recibíamos a cambio menos retribución porque el nuestro era un salario “complementario”. Las cosas, por fortuna, van cambiando en una revolución tranquila y silenciosa como ninguna otra en la historia.

En la política las cosas no han sido muy diferentes; también ha costado encontrar nuestro hueco, demostrar nuestra capacidad de trabajo y nuestra dedicación a lo público. Sin embargo hemos ido conquistando nuestro sitio. Y sin falsa modestia, creo que nos lo merecemos. Merecemos aportar la visión del mundo desde “lo femenino”; merecemos defender nuestro ideario desde dentro y sentir que formamos parte activa de lo público tanto como lo hemos sido de lo privado.

Pero esa transición de lo privado a lo público no es fácil. Quien toma la decisión de dar ese paso, indistintamente sea hombre o mujer, debe tener claras cuáles son las condiciones y las renuncias. Porque haberlas, las hay.

Hay condiciones. La militancia exige convicción en los principios que se defienden; sin esa convicción es imposible la credibilidad. Exige lealtad a los que te acompañan en ese proyecto desde el individualismo; porque es un ideario colectivo. Y exige que las diferencias, normales en un mundo heterogéneo, se planteen con prudencia donde corresponde y cuando corresponde; porque las reacciones extemporáneas lejos de aportar, restan y dañan.

Y hay renuncias. Los hombres y las mujeres que dedican su tiempo y sus esfuerzos al trabajo público lo hacen de forma voluntaria. E inevitablemente pierden mucho de lo que da la privacidad. Sus movimientos, sus opiniones, toda su vida deja de ser absolutamente privada para convertirse en un escaparate; nada de lo que dice o hace se sustrae a ese carácter público; es objeto de análisis y de crítica e irremediablemente derivan consecuencias hacia un lado y otro como vasos comunicantes. Dejando al margen la relevancia que debiera o no tener lo que en justicia corresponde a lo estrictamente privado, esa dicotomía de lo público y lo privado es indivisible en alguien dedicado al servicio público.

Eso es algo que debemos tener muy claro tanto hombres como mujeres a la hora de decidirnos por la vida pública. Las condiciones y las renuncias que implican y que, como digo, nos conciernen por igual a hombres y mujeres. Las consecuencias de la dedicación pública afectan al entorno privado y las consecuencias de la situación personal influyen en el entorno político. Porque se debe rendir cuentas de todos los actos. No saber esto o no aceptarlo es, además de una gran ingenuidad, un enorme error.

viernes, 14 de enero de 2011

LA HERENCIA


La curiosidad hacía días que me rondaba la cabeza. Eran tantas las preguntas que se agolpaban en mi mente....¿por qué yo?¿cómo era posible que el tío Fernando se acordara de mí?¿qué podía hacer yo con la Finca “La Gloriosa”?. En cualquier caso nadie me iba a responder ya. Sólo debía centrarme en resolver definitivamente el papeleo y comenzar a pensar en qué hacer con la Casona.

Mi curiosidad me llevó a decidir un viaje repentino y fugaz para visitar de nuevo la Finca. Resolví los temas domésticos con los niños, organicé las cuestiones pendientes del despacho y tomé la carretera camino a Bárcenas. En esta ocasión ya disponía de las llaves, por lo que pude entrar directamente a la Casona. La impresión ya no fue la misma de semanas atrás; ya no había sorpresas y los recuerdos ya no saltaban de los rincones de mi mente. Estaba todo más en superficie, más accesible y próximo. Empezaba a sentirme dueña de aquello.

De nuevo me encontré con la enorme puerta , y la luz emanando tímidamente del lucernario de la escalera. Aquella enorme escalera de caracol entre cuyos barrotes había apoyado mi cara infantil y curiosa tantas noches. Me gustaba estar allí de nuevo después de tantos años. La subí lentamente, sin dejar de mirar hacia arriba, mientras acariciaba el pasamanos de madera. Llegada a la planta de arriba comprobé que las habitaciones conservaban parte de su mobiliario. Aquellas camas de cabeceros majestuosos, de maderas nobles labradas con esmero y tiempo. Eran altas y estrechas, muy diferentes de las que usamos ahora, con ropa gruesa de terciopelos y cretonas. Los armarios eran verdaderas obras de arte, con marquetería e incrustaciones de marfil. Los recordaba muy bien, porque más de una vez fueron nuestro escondite preferido en los juegos de infancia.

Cuando entré en la habitación del mirador, de repente me sobresalté. Un gato dormitaba tranquilamente hecho un ovillo sobre el sofá hasta que mi presencia le despertó y salió corriendo, más asustado que yo. El orejero estaba colocado justo en medio de la galería acristalada, orientado al jardín en el mismo lugar donde había visto a mi padre muchas veces leyendo el periódico a mi abuelo cuando ya apenas podía ver. Seguía allí, mirando al mismo magnolio de enormes flores blancas; ahora estaba ocupado por un gato asustadizo y salvaje.

Junto al sofá estaba una pequeña vitrina de caoba, de elegante estilo inglés. En los laterales tenía unos pequeños cajoncillos con tiradores dorados. Sin pensarlo abrí el último cajón de la derecha; estaba atascado; insistí y tiré con fuerza. De repente, me encontré con el cajón en la mano, el hueco vacío en el mueble y yo manteniendo difícilmente el equilibrio ¡Mi primera entrada en la casa como dueña y señora y era una entrada destructiva!. Me puse en cuclillas para volver a colocar el cajón en su sitio; una y otra vez lo intenté sin éxito. Algo había en el fondo que impedía que encajara bien. Metí la mano hasta el fondo, no sin algo de prevención y noté que había un bulto, no muy grande. Lo saqué.

Sentada en el sofá observé el “paquetito” que acababa de encontrar. Eran unos papeles cuidadosamente doblados y envueltos en una tela descolorida por los años; parecían cartas. Una gran sorpresa.

lunes, 10 de enero de 2011

MAGIA EN LA ESQUINA


Faltaban pocas horas para que el avión despegara. Tenía prevista su salida para las 15:45 y el vuelo duraría entorno a diez horas. Iba a resultar largo, cansado e incluso aburrido. Seguramente mucho más para él que para el resto de los pasajeros porque la ansiedad no le permitiría disfrutar de las insípidas comidas preparadas, o de los juegos, a elegir entre decenas de posibilidades; ni de las películas de estreno. Daría igual el simpático compañero del asiento de al lado, o la amabilidad de las azafatas. Sobre todo estaría ansioso, inquieto e incluso preocupado. Dejaba atrás muchas cosas y le esperaban muchas más. Tantas ilusiones que ahora estarían a la altura de sus manos, accesibles para él y su futuro.

Había trabajado verdaderamente duro. Muchas noches sin dormir escudriñando en su cabeza las notas que le brotaban inconexas; contratiempos, zancadillas e incomprensiones de compañeros más preocupados por eliminar la competencia que por perseguir el éxito. Las estrecheces se habían convertido en algo tan habitual que habían dejado de preocuparle las reclamaciones del casero, las facturas de la luz y la ropa cada día más desaliñada; comía cuando podía y cuando no, sobrevivía con la solidaridad de sus amigos con mejor suerte y menos aspiraciones.

Su objetivo siempre fue la música. No alcanzaba a saber cuándo empezó su pasión; cuándo su mundo empezó a girar en torno a ella y cuándo a sentir que nada tenía sentido sin ella. Sus oportunidades para avanzar eran muy escasas y menores sin dinero. Sin embargo nunca pensó dejarlo o plantearse dirigir sus pasos por otro camino. Pocos entendían su entrega absoluta, su cerrazón a una vida distinta de aquella y su esperanza incólume en que todo cambiaría algún día: su viejo profesor, leal correligionario y compañero de fatigas en las tabernas las noches de frío. Su madre, conocedora como nadie de su exquisita sensibilidad y su amigo de infancia, un excéntrico romántico como él.

Ahora, al fin, estaba a punto de tomar un nuevo destino que le permitiría soñar despierto. Un destino que comenzó para él en la misma esquina donde tocaba cada tarde por unas pocas monedas. Tanta gente pasando indiferente ante él, algunos admirando su genio secreto y anónimo y otros sencillamente disfrutando de un músico callejero más.

Pero aquél día su suerte cambió. La magia de la música envolvió el ambiente y aquél elegante caballero quedó impresionado por el limpio sonido de su violín, su tesoro, que parecía tocar sólo, sin que sus dedos apenas rozaran las cuerdas mientras el arco se deslizaba

unas veces suave, otras veces vibrante

. Sonaba tan excepcional que alguien como aquél hombre, ávido de genialidad, no podía dejar escapar a quien era capaz de conseguir aquel milagro.

Un mundo muy diferente le esperaba después de diez horas de vuelo. Como si el destino de ese avión fuera un planeta del que él salió un día para regresar después, dejando atrás la vulgaridad, la torpeza, la monotonía. Para vivir sólo entregado a la música.

viernes, 7 de enero de 2011

Un relato corto: REENCUENTRO INESPERADO


Cuando llegué de nuevo al despacho, por impulso pregunté y, efectivamente, Alberto acababa de llamar. Motivo más que justificado para devolverle la llamada. Después de unos segundos de espera, la secretaria me pasó con él.

-No llamaba por nada en concreto; por nada especial- me contestó. Sólo quería charlar. Ayer pasé un rato muy agradable. Hacía tiempo que no me sentía tan relajado y a gusto...hacía mucho tiempo.

Pensé en darle las gracias. Deseché la idea por parecer presuntuosa y decidí sencillamente decirle que compartía la sensación. Y es que era realmente así. Y comenzamos a hablar de nuevo de nosotros; nuestro pasado tenía fracasos de un curioso paralelismo; y nuestros proyectos de futuro tenían muchas similitudes. Entonces una intimidad de confidencias, de ilusiones, surgía de forma natural y espontánea.

El tiempo pasó sin apreciarlo. Y nos sorprendimos de nuevo, después de una hora y media, olvidados del trabajo y del resto del mundo.

- Apunta mi teléfono directo: 91 5221825. Y mi móvil: 609 456532- me dijo de pronto ¿tendrías inconveniente en darme el tuyo?. Me gustaría hablar contigo más a menudo. Me siento tan a gusto.....

En ese momento mi estómago pareció retorcer sus paredes. Una sensación que creía olvidada y me devolvió a un tiempo que pensé no volvería a vivir.

En mis conversaciones comerciales solía se bastante escueta. Eran diálogos correctos, pero normalmente impersonales. Sin embargo su voz, familiar, me había resultado agradable, cordial y me había encontrado más que cómoda.

Cuando colgué el teléfono me vinieron a la mente los momentos que había vivido en aquella comarca de la que compartíamos recuerdos, allá cuando la adolescencia se anunciaba de pronto con el primer sobresalto del corazón y la primera escapada a escondidas. Era un valle de los que lucen mil colores en otoño, antes de que el invierno transforme en transparente al monte. El pueblo, no muchos más de seis mil habitantes, tenía un núcleo de casas de buena y sólida construcción alineadas en dirección a la Iglesia por un lado y al Ayuntamiento en la otra. Tres tabernas de esas de barra y ultramarinos se salteaban en escasos doscientos metros. Yo solía ir algunos viernes en que quedábamos un par de amigas y yo a comer pipas y reir a carcajadas mientras mirábamos de reojo a lo muchachos que pasaban pavoneándose ante nosotras, al pié del monumento al soldado desconocido. Cuando nos llegó el momento de la Universidad se fueron distanciando los viernes, y las pipas y las miradas de refilón hasta que los paseos por Bárdenas quedaron en un lejano y cálido recuerdo, como ahora. Había regresado allí varias veces al año desde entonces y en todas ellas la memoria me traía escenas amables, cálidas y cercanas.

Fue imposible llegar a casa como todos los días. Tenía que ser diferente mi expresión porque me sentía también diferente. En ese momento me di cuenta que llevaba mucho tiempo, quizás años viviendo sostenida por una aburrida inercia, tan solo rota por la alegría de mis hijos o la preocupación por su salud y educación.

En los últimos años había perseguido vivir día a día con serenidad de ánimo. Y esa calma, ese equilibrio, me había permitido analizar objetivamente mi vida, el porqué de cada uno de mis errores. Había logrado diseccionar mi trayectoria vital hasta el punto de verla como algo ajeno a mí, alejarla hasta que no me dolieran las heridas. Había proporcionado mis sentimientos, organizado mis prioridades como una medicina contra mi sentimiento de fracaso y de insatisfacción.

Pero hasta entonces no había existido una reflexión sobre mi vida personal, única, íntima, la que no está ligada a nada más que a mí misma. Mis deseos, mis aspiraciones, mis ambiciones, lo que me llenaba de ilusión y alegría; lo que me hacía sentir bien y cómoda; lo que esperaba hacer de mi existencia.

¿Por qué ahora me empezaba a sentir diferente?¿Por qué comenzaba a plantearme lo que quería yo sin que hubiera nadie a mi alrededor implicado en mi deseo?. Sentía que empezaba a despertar de un largo letargo o a ver el horizonte llegada por fin la cumbre de una gran montaña. Y respiraba hondo, consciente del oxígeno en mis pulmones. Y por eso las ultimas noches de duermevela me alteraban especialmete. Temía que la invulnerabilidad que había alcanzado se fuera perdiendo como los efectos de una pócima mágica.

Y sabía muy bien por qué. Esa voz, su voz, perturbadora de mi inexpugnable alma, retumbaba en mis sienes cada noche. Mi tendencia natural a racionalizarlo todo me empujaba a desoír mi instinto. No podía pensar en alguien con apenas un rostro, no podía alterar mi organizada vida alguien tan lejano, tan ajeno. Y, sin embargo, su solo recuerdo me provocaba una sonrisa y un calorcito en el estómago. Me rebelaba contra ese sentimiento indefinido, ilógico, nuevo....pero real que, pese a todo, me hacía sentir bien....más viva.