martes, 18 de enero de 2011

HOMBRES Y MUJERES EN POLÍTICA


Por fortuna para las nuevas generaciones de mujeres, el mundo - al menos nuestro mundo- está cambiando rápido. A pesar de la violencia de género, que sigue su dramático goteo; a pesar del machismo que asoma la patita por debajo de la puerta, a pesar de que en los hogares aún no se “comparte” y como mucho se “ayuda”, vislumbramos un futuro mejor para nuestras hijas y nuestras nietas. Y nos hace felices a las que no lo tuvimos tan fácil.

Tuvimos que hacernos un hueco profesional en un mundo de hombres donde teníamos que demostrar lo que a los hombres se les suponía; y recibíamos a cambio menos retribución porque el nuestro era un salario “complementario”. Las cosas, por fortuna, van cambiando en una revolución tranquila y silenciosa como ninguna otra en la historia.

En la política las cosas no han sido muy diferentes; también ha costado encontrar nuestro hueco, demostrar nuestra capacidad de trabajo y nuestra dedicación a lo público. Sin embargo hemos ido conquistando nuestro sitio. Y sin falsa modestia, creo que nos lo merecemos. Merecemos aportar la visión del mundo desde “lo femenino”; merecemos defender nuestro ideario desde dentro y sentir que formamos parte activa de lo público tanto como lo hemos sido de lo privado.

Pero esa transición de lo privado a lo público no es fácil. Quien toma la decisión de dar ese paso, indistintamente sea hombre o mujer, debe tener claras cuáles son las condiciones y las renuncias. Porque haberlas, las hay.

Hay condiciones. La militancia exige convicción en los principios que se defienden; sin esa convicción es imposible la credibilidad. Exige lealtad a los que te acompañan en ese proyecto desde el individualismo; porque es un ideario colectivo. Y exige que las diferencias, normales en un mundo heterogéneo, se planteen con prudencia donde corresponde y cuando corresponde; porque las reacciones extemporáneas lejos de aportar, restan y dañan.

Y hay renuncias. Los hombres y las mujeres que dedican su tiempo y sus esfuerzos al trabajo público lo hacen de forma voluntaria. E inevitablemente pierden mucho de lo que da la privacidad. Sus movimientos, sus opiniones, toda su vida deja de ser absolutamente privada para convertirse en un escaparate; nada de lo que dice o hace se sustrae a ese carácter público; es objeto de análisis y de crítica e irremediablemente derivan consecuencias hacia un lado y otro como vasos comunicantes. Dejando al margen la relevancia que debiera o no tener lo que en justicia corresponde a lo estrictamente privado, esa dicotomía de lo público y lo privado es indivisible en alguien dedicado al servicio público.

Eso es algo que debemos tener muy claro tanto hombres como mujeres a la hora de decidirnos por la vida pública. Las condiciones y las renuncias que implican y que, como digo, nos conciernen por igual a hombres y mujeres. Las consecuencias de la dedicación pública afectan al entorno privado y las consecuencias de la situación personal influyen en el entorno político. Porque se debe rendir cuentas de todos los actos. No saber esto o no aceptarlo es, además de una gran ingenuidad, un enorme error.

viernes, 14 de enero de 2011

LA HERENCIA


La curiosidad hacía días que me rondaba la cabeza. Eran tantas las preguntas que se agolpaban en mi mente....¿por qué yo?¿cómo era posible que el tío Fernando se acordara de mí?¿qué podía hacer yo con la Finca “La Gloriosa”?. En cualquier caso nadie me iba a responder ya. Sólo debía centrarme en resolver definitivamente el papeleo y comenzar a pensar en qué hacer con la Casona.

Mi curiosidad me llevó a decidir un viaje repentino y fugaz para visitar de nuevo la Finca. Resolví los temas domésticos con los niños, organicé las cuestiones pendientes del despacho y tomé la carretera camino a Bárcenas. En esta ocasión ya disponía de las llaves, por lo que pude entrar directamente a la Casona. La impresión ya no fue la misma de semanas atrás; ya no había sorpresas y los recuerdos ya no saltaban de los rincones de mi mente. Estaba todo más en superficie, más accesible y próximo. Empezaba a sentirme dueña de aquello.

De nuevo me encontré con la enorme puerta , y la luz emanando tímidamente del lucernario de la escalera. Aquella enorme escalera de caracol entre cuyos barrotes había apoyado mi cara infantil y curiosa tantas noches. Me gustaba estar allí de nuevo después de tantos años. La subí lentamente, sin dejar de mirar hacia arriba, mientras acariciaba el pasamanos de madera. Llegada a la planta de arriba comprobé que las habitaciones conservaban parte de su mobiliario. Aquellas camas de cabeceros majestuosos, de maderas nobles labradas con esmero y tiempo. Eran altas y estrechas, muy diferentes de las que usamos ahora, con ropa gruesa de terciopelos y cretonas. Los armarios eran verdaderas obras de arte, con marquetería e incrustaciones de marfil. Los recordaba muy bien, porque más de una vez fueron nuestro escondite preferido en los juegos de infancia.

Cuando entré en la habitación del mirador, de repente me sobresalté. Un gato dormitaba tranquilamente hecho un ovillo sobre el sofá hasta que mi presencia le despertó y salió corriendo, más asustado que yo. El orejero estaba colocado justo en medio de la galería acristalada, orientado al jardín en el mismo lugar donde había visto a mi padre muchas veces leyendo el periódico a mi abuelo cuando ya apenas podía ver. Seguía allí, mirando al mismo magnolio de enormes flores blancas; ahora estaba ocupado por un gato asustadizo y salvaje.

Junto al sofá estaba una pequeña vitrina de caoba, de elegante estilo inglés. En los laterales tenía unos pequeños cajoncillos con tiradores dorados. Sin pensarlo abrí el último cajón de la derecha; estaba atascado; insistí y tiré con fuerza. De repente, me encontré con el cajón en la mano, el hueco vacío en el mueble y yo manteniendo difícilmente el equilibrio ¡Mi primera entrada en la casa como dueña y señora y era una entrada destructiva!. Me puse en cuclillas para volver a colocar el cajón en su sitio; una y otra vez lo intenté sin éxito. Algo había en el fondo que impedía que encajara bien. Metí la mano hasta el fondo, no sin algo de prevención y noté que había un bulto, no muy grande. Lo saqué.

Sentada en el sofá observé el “paquetito” que acababa de encontrar. Eran unos papeles cuidadosamente doblados y envueltos en una tela descolorida por los años; parecían cartas. Una gran sorpresa.

lunes, 10 de enero de 2011

MAGIA EN LA ESQUINA


Faltaban pocas horas para que el avión despegara. Tenía prevista su salida para las 15:45 y el vuelo duraría entorno a diez horas. Iba a resultar largo, cansado e incluso aburrido. Seguramente mucho más para él que para el resto de los pasajeros porque la ansiedad no le permitiría disfrutar de las insípidas comidas preparadas, o de los juegos, a elegir entre decenas de posibilidades; ni de las películas de estreno. Daría igual el simpático compañero del asiento de al lado, o la amabilidad de las azafatas. Sobre todo estaría ansioso, inquieto e incluso preocupado. Dejaba atrás muchas cosas y le esperaban muchas más. Tantas ilusiones que ahora estarían a la altura de sus manos, accesibles para él y su futuro.

Había trabajado verdaderamente duro. Muchas noches sin dormir escudriñando en su cabeza las notas que le brotaban inconexas; contratiempos, zancadillas e incomprensiones de compañeros más preocupados por eliminar la competencia que por perseguir el éxito. Las estrecheces se habían convertido en algo tan habitual que habían dejado de preocuparle las reclamaciones del casero, las facturas de la luz y la ropa cada día más desaliñada; comía cuando podía y cuando no, sobrevivía con la solidaridad de sus amigos con mejor suerte y menos aspiraciones.

Su objetivo siempre fue la música. No alcanzaba a saber cuándo empezó su pasión; cuándo su mundo empezó a girar en torno a ella y cuándo a sentir que nada tenía sentido sin ella. Sus oportunidades para avanzar eran muy escasas y menores sin dinero. Sin embargo nunca pensó dejarlo o plantearse dirigir sus pasos por otro camino. Pocos entendían su entrega absoluta, su cerrazón a una vida distinta de aquella y su esperanza incólume en que todo cambiaría algún día: su viejo profesor, leal correligionario y compañero de fatigas en las tabernas las noches de frío. Su madre, conocedora como nadie de su exquisita sensibilidad y su amigo de infancia, un excéntrico romántico como él.

Ahora, al fin, estaba a punto de tomar un nuevo destino que le permitiría soñar despierto. Un destino que comenzó para él en la misma esquina donde tocaba cada tarde por unas pocas monedas. Tanta gente pasando indiferente ante él, algunos admirando su genio secreto y anónimo y otros sencillamente disfrutando de un músico callejero más.

Pero aquél día su suerte cambió. La magia de la música envolvió el ambiente y aquél elegante caballero quedó impresionado por el limpio sonido de su violín, su tesoro, que parecía tocar sólo, sin que sus dedos apenas rozaran las cuerdas mientras el arco se deslizaba

unas veces suave, otras veces vibrante

. Sonaba tan excepcional que alguien como aquél hombre, ávido de genialidad, no podía dejar escapar a quien era capaz de conseguir aquel milagro.

Un mundo muy diferente le esperaba después de diez horas de vuelo. Como si el destino de ese avión fuera un planeta del que él salió un día para regresar después, dejando atrás la vulgaridad, la torpeza, la monotonía. Para vivir sólo entregado a la música.

viernes, 7 de enero de 2011

Un relato corto: REENCUENTRO INESPERADO


Cuando llegué de nuevo al despacho, por impulso pregunté y, efectivamente, Alberto acababa de llamar. Motivo más que justificado para devolverle la llamada. Después de unos segundos de espera, la secretaria me pasó con él.

-No llamaba por nada en concreto; por nada especial- me contestó. Sólo quería charlar. Ayer pasé un rato muy agradable. Hacía tiempo que no me sentía tan relajado y a gusto...hacía mucho tiempo.

Pensé en darle las gracias. Deseché la idea por parecer presuntuosa y decidí sencillamente decirle que compartía la sensación. Y es que era realmente así. Y comenzamos a hablar de nuevo de nosotros; nuestro pasado tenía fracasos de un curioso paralelismo; y nuestros proyectos de futuro tenían muchas similitudes. Entonces una intimidad de confidencias, de ilusiones, surgía de forma natural y espontánea.

El tiempo pasó sin apreciarlo. Y nos sorprendimos de nuevo, después de una hora y media, olvidados del trabajo y del resto del mundo.

- Apunta mi teléfono directo: 91 5221825. Y mi móvil: 609 456532- me dijo de pronto ¿tendrías inconveniente en darme el tuyo?. Me gustaría hablar contigo más a menudo. Me siento tan a gusto.....

En ese momento mi estómago pareció retorcer sus paredes. Una sensación que creía olvidada y me devolvió a un tiempo que pensé no volvería a vivir.

En mis conversaciones comerciales solía se bastante escueta. Eran diálogos correctos, pero normalmente impersonales. Sin embargo su voz, familiar, me había resultado agradable, cordial y me había encontrado más que cómoda.

Cuando colgué el teléfono me vinieron a la mente los momentos que había vivido en aquella comarca de la que compartíamos recuerdos, allá cuando la adolescencia se anunciaba de pronto con el primer sobresalto del corazón y la primera escapada a escondidas. Era un valle de los que lucen mil colores en otoño, antes de que el invierno transforme en transparente al monte. El pueblo, no muchos más de seis mil habitantes, tenía un núcleo de casas de buena y sólida construcción alineadas en dirección a la Iglesia por un lado y al Ayuntamiento en la otra. Tres tabernas de esas de barra y ultramarinos se salteaban en escasos doscientos metros. Yo solía ir algunos viernes en que quedábamos un par de amigas y yo a comer pipas y reir a carcajadas mientras mirábamos de reojo a lo muchachos que pasaban pavoneándose ante nosotras, al pié del monumento al soldado desconocido. Cuando nos llegó el momento de la Universidad se fueron distanciando los viernes, y las pipas y las miradas de refilón hasta que los paseos por Bárdenas quedaron en un lejano y cálido recuerdo, como ahora. Había regresado allí varias veces al año desde entonces y en todas ellas la memoria me traía escenas amables, cálidas y cercanas.

Fue imposible llegar a casa como todos los días. Tenía que ser diferente mi expresión porque me sentía también diferente. En ese momento me di cuenta que llevaba mucho tiempo, quizás años viviendo sostenida por una aburrida inercia, tan solo rota por la alegría de mis hijos o la preocupación por su salud y educación.

En los últimos años había perseguido vivir día a día con serenidad de ánimo. Y esa calma, ese equilibrio, me había permitido analizar objetivamente mi vida, el porqué de cada uno de mis errores. Había logrado diseccionar mi trayectoria vital hasta el punto de verla como algo ajeno a mí, alejarla hasta que no me dolieran las heridas. Había proporcionado mis sentimientos, organizado mis prioridades como una medicina contra mi sentimiento de fracaso y de insatisfacción.

Pero hasta entonces no había existido una reflexión sobre mi vida personal, única, íntima, la que no está ligada a nada más que a mí misma. Mis deseos, mis aspiraciones, mis ambiciones, lo que me llenaba de ilusión y alegría; lo que me hacía sentir bien y cómoda; lo que esperaba hacer de mi existencia.

¿Por qué ahora me empezaba a sentir diferente?¿Por qué comenzaba a plantearme lo que quería yo sin que hubiera nadie a mi alrededor implicado en mi deseo?. Sentía que empezaba a despertar de un largo letargo o a ver el horizonte llegada por fin la cumbre de una gran montaña. Y respiraba hondo, consciente del oxígeno en mis pulmones. Y por eso las ultimas noches de duermevela me alteraban especialmete. Temía que la invulnerabilidad que había alcanzado se fuera perdiendo como los efectos de una pócima mágica.

Y sabía muy bien por qué. Esa voz, su voz, perturbadora de mi inexpugnable alma, retumbaba en mis sienes cada noche. Mi tendencia natural a racionalizarlo todo me empujaba a desoír mi instinto. No podía pensar en alguien con apenas un rostro, no podía alterar mi organizada vida alguien tan lejano, tan ajeno. Y, sin embargo, su solo recuerdo me provocaba una sonrisa y un calorcito en el estómago. Me rebelaba contra ese sentimiento indefinido, ilógico, nuevo....pero real que, pese a todo, me hacía sentir bien....más viva.