jueves, 21 de agosto de 2014

MALOS TIEMPOS PARA LA POLITICA

Estos no son tiempos para grandes y pomposos discursos sino más bien para discursos sencillos y sinceros. Triunfa la oratoria que se acerca a la gente y la entiende, que transmite sus inquietudes, sus preocupaciones y sus necesidades. Y es normal y sano que así sea.

Tampoco son tiempos para decir que estás en política, que la vives y crees en ella. Así que "confesar" tu dedicación a la política se ha convertido en una actividad de riesgo. No hace mucho, cuando estabas en la cola del supermercado, en la sala de espera del centro de salud, en un bar tomando una caña y surgía el tema,  pertenecer a lo que se ha dado en llamar "clase política" resultaba interesante para la gente y se entraba en un debate  sin acritud. Ahora no; ahora mejor escuchar lo que dicen, aguantar el tirón porque tenemos la certeza de que nada bueno se va a decir y la mejor postura es tenerlo en cuenta sin mencionar en qué lado de la frontera estás. Porque sí, se ha trazado una frontera invisible pero cierta entre los ciudadanos y los políticos en general.

Nada que reprochar. Si la corrupción, la deshonestidad, el engaño son despreciables de por sí, cuando la población en su conjunto está sufriendo dificultades tan serias que les lleva a malvivir en muchos casos, esa falta de ética es aún más deleznable. 

Sin embargo yo reclamo el derecho de los políticos (con mayúscula o con minúscula) que son honestos, que velan por el bien general y que cobran por su dedicación una retribución justa y legal a levantar la voz. Porque los hay, muchos y sufren en su doble condición de ciudadanos y de políticos. Ellos también son ciudadanos y están igualmente hartos de tanto robo y tanta indecencia y padecen las mismas consecuencias de tan poco escrúpulo. Pero es que además sufren, creo que injustamente, el desprecio del resto de los ciudadanos que los señalan con el dedo acusador incluyéndoles en esa bolsa común que no distingue entre servidores leales y aprovechados.

Sin duda no todos los fontaneros son igual de honrados, eficientes y trabajadores; como tampoco lo son todos los médicos, o maestros, o fresadores....Bien es verdad que a cualquier cargo público le es exigible el plus de ser impolutamente honrado en su servicio al bien común. Puede equivocarse, como humano que es y esperar la infalibilidad seria tan irreal como absurda. Pero la honradez jamás debe tener ni un resquicio.

Un país no puede consentir estar dirigido por políticos incompetentes, ladrones y abusadores. El futuro de cualquier nación debe pasar necesariamente por la confianza en sus dirigentes. Por eso es imprescindible que se produzca una regeneración política cuanto antes. Y en ella tiene un papel fundamental la población. En estos últimos años hemos visto como políticos sobre los que había sentencias judiciales firmes que les condenaban mantenían un inexplicable apoyo popular. 

Otro riesgo que se corre, al que no es ajeno ningún país de nuestro entorno, es que la ciudadanía tire la toalla de la participación democrática o caiga en brazos de discursos utópicos, irreales o extremos (de ambos lados) que poco o nada podrían hacer llegado el caso de alcanzar el poder porque se asientan exclusivamente en teorías o en postulados de dudosa convicción democrática.

Por tanto la tan necesaria regeneración debe producirse, sin lugar a dudas,  en la clase política para que no entienda nunca más la vida pública en beneficio privado. Y también, imprescindiblemente, una regeneración en la sociedad en su conjunto. Necesitamos una sociedad que crea en sí misma, en su futuro colectivo y con la madurez democrática y sabiduría necesarias para delegar en gobernantes democráticamente maduros y sabios.