martes, 29 de diciembre de 2009

DE SEIS A OCHO


Unos días antes de Navidad me hicieron un bonito regalo. Abrí el cuento de "El gato con botas" delante de T. sobre la mesa. Y comenzó a leer. Con balbuceos, con dificultad. Pero leía. Comenzaba a desentrañar los misterios de esos signos que antes le resultaban extraños. Me desbordó la alegría y le abracé. Entonces él me miró y me dijo: "estás contenta ¿eh?". Me enternecíó su mirada, ilusionada con mi alegría y mi espontáneo gesto de cariño.


T. no es de aquí. Aunque no importa de dónde es. Hace un par de meses que me dí cuenta de que no sabía leer. Pensé que acababa de llegar, pero me sorprendí y preocupé cuando supe que lleva cuatro años entre nosotros. A pesar de tener sólo nueve años, edad en la que se aprende rápido, aún no pronuncia bien. Y todo han sido dificultades que se han ido sumando. Cuando le dije que no sabía leer ni escribir se enfurrolló sollozando y negando con la cabeza. ¡Claro que sé!¡Mira!. Y comenzó a inventar una historia llena de príncipes y mostruos, idas y venidas de los protagonistas por bosques y caminos sinuosos. Era tan triste verle esforzarse en crear una historia que no acababa de saltarle del libro....


Es muy inquieto, revoltoso, desaliñado, mal vestido, incluso desarropado, maleducado. Pero alegre. Le gusta mucho dibujar y lo hace bien. Y está muy necesitado de atención. Una atención que no le diga lo que no sabe, sino lo que es capaz de aprender. A menudo la demanda con mal comportamiento, con riñas con los compañeros, con indisciplina. Un día le castigué sin jugar, sentado en una esquina. Obedeció sin rechistar hasta que, de repente, se volvió y me recriminó: ¡me riñes porque no me quieres!. La enorme pena con la que lo dijo me conmovió profundamente y no pude evitar negarlo con rotundidad: "te riño precisamente porque te quiero y quiero que seas mejor".


Desde entonces su actitud cambió. Escucha y acepta las normas de mejor grado. Y ahora lee. Ha sido posiblemente mi mejor regalo de Navidad.

martes, 22 de diciembre de 2009

UN DIA TRAS OTRO


La rutina nos envuelve y nos protege. Nos evita el caos y nos ayuda en la constancia del día a día. Convierte en normal todo lo que cotidianamente nos acontece. Sin embargo cuando esa linea plana se rompe nos despierta del letargo. Unas veces para ver lo frágil de nuestra existencia, sufriendo cuando las contrariedades, los problemas aparecen y se instalan en nuestro entorno. Otras veces para llenarnos de entusiasmo, de ilusión, sintiendo las chispitas de felicidad que nos inundan y nos impulsan a sonreir levemente o reir a carcajadas.

La mayoría de las veces, tanto en un sentido como en otro, intervienen muchos factores ajenos a nuestra propia voluntad. . Pero siempre podemos hacer algo cada día para que en la línea de nuestra vida surja un pico, como en la pantalla del encefalograma. Un sobresalto de esos que haga recordar lo mucho que amamos, lo especial de un recuerdo fresco en nuestra memoria, el agradecimiento por un buen gesto. Y no nos cuesta apenas nada pero es muy valioso; sólo necesitamos darnos cuenta de ello....y hacerlo: una nota bajo la almohada; un abrazo caluroso, una caricia en el pelo. Los que nos quieren necesitan saber que los queremos. Y nosotros sentirnos queridos. Mantener viva la llama.

domingo, 13 de diciembre de 2009

EL SALTO DE LA PULGA


Mucho de lo que había esperado en la vida estaba ahora esperándome al otro lado de la puerta. Aquella puerta de madera oscura y agrietada, con manecilla de un dorado viejo y olor reciente a barniz.

Sabía muy bien lo que sus ojos me iban a decir al cruzarse con los míos. Nada de lo que sintiera iba a sorprenderme porque lo había vivido en mi mente cientos de veces. Era este un encuentro ansiado durante largo tiempo, el corolario de una relación de voces, sentidos desconocidos y pensamientos. Eramos dos desconocidos que se conocían profundamente. Habíamos aprendido a entendernos a distancia y a acariciarnos con los susurros de la voz.

Toda la mañana, aquella mañana, había trancurrido acortando esa distancia hasta llegar a este momento. Me daba la sensación de que se oía el palpitar de mi corazón con la misma intensidad con que yo lo sentía. Y mi puño golpeando la puerta buscaba en secreto acallar su latido. Los pasos acercándome, el ronco sonar del pestillo, retumbaban en mi pecho. Y la puerta, aquella puerta hasta entonces cerrada, finalmente comenzó a abrirse despacio, desesperadamente despacio.

sábado, 12 de diciembre de 2009

SABER ELEGIR


Hace unos días, en una de mis largas charlas diarias con mi hija mayor, surgió uno de los problemas vitales recurrentes. ese que todos nos planteamos a lo largo de la vida, a diario: ELEGIR.
Difícil y apasionante. A veces intrascendente, irrelevante; otras definitivo, irreversible. Pero siempre supone una renuncia. No hay elección sin abandono; decimos si y no al mismo tiempo.

Pero todo eso no es más que resultado del proceso anterior, el que verdaderamente importa: cuando estudiamos las opciones, sopesamos, valoramos. Ahí está la clave. Hacerlo con el corazón y la cabeza, en una simbiosis casi perfecta que nos lleve exactamente a donde queremos.

Muchas veces es inevitable llegar tarde, o demasiado pronto. Muchas veces no hay marcha atrás y sólo cabe aceptar y seguir adelante.

Pero es el juego de la vida. Es el pequeño trocito de libertad que nos queda en un camino donde el destino, la casualidad, las circunstancias que nos rodean, pesan mucho sin que nosotros mismos podamos hacer nada por cambiarlo. Por eso hay que apostar fuerte cuando podemos. Hacerlo con decisión y valentía, conscientes de lo que podemos alcanzar y lo que dejaremos atrás.

Es cruzar un río al otro lado, dejando lejos la otra ribera. Pero a veces conseguimos una vista muy hermosa