jueves, 3 de diciembre de 2020

                                                                    CARPE DIEM 


Mucho hacía que no entraba en el blog, por falta de tiempo o por falta de razones que me llevaran a ponerme ante la hoja en blanco.  Ahora sigue faltando tiempo pero sobran las razones....

Son ya meses los que llevamos metidos de lleno en el agujero negro, inmenso y doloroso de esta pandemia que lo ha trastocado todo: lo sencillo  ha pasado a ser complejo, lleno de condiciones, parámetros y medidas. Lo cotidiano ha pasado a ser excepcional, extraño, algo que ya no forma parte de nuestras vidas. Las rutinas han cambiado drásticamente para ser sustituidas por otras desconocidas, nuevas. Los gestos más habituales han desaparecido de nuestras vidas, como tantas otras cosas que se han ido para no volver.

Nadie podía imaginar la magnitud y la violencia de lo que nos esperaba cuando el año pasado por estas fechas pensábamos en planificar el nuevo año. Pero llegó, como un maremoto imparable, como la explosión de un volcán, con la desolación de un tornado. Pura destrucción. Y la sorpresa, la incredulidad, se mezclaban con el miedo, la incertidumbre, la rabia también. De este a oeste y de norte a sur, un enemigo invisible y desconocido pero irrefrenable y cruel se extendía por todos los rincones y paraba el mundo. Durante muchos días los aviones dejaron de volar, las fábricas apagaron sus motores, las calles quedaron vacías, y sólo cabía refugiarse, protegerse, sin saber muy bien dónde, cuándo, cómo, alejarnos del peligro que acechaba siniestro. Sólo los hospitales mantenían una actividad frenética, angustiosa, en la carrera contra lo desconocido, con la ansiedad de salvar vidas.

Seguimos sin saber asimilar la pérdida de todos los que se han ido sin remedio, sin saber bien qué hemos dejado atrás para siempre y qué no volverá a ser lo mismo jamás. Tal vez la solución está cerca, al final de esta curva que sube, baja y se retuerce con cifras y porcentajes. Pero tenemos miedo al miedo, a que no nos abandone, a tener esperanza y perderlo todo de nuevo. 

Sin embargo, la historia de la Humanidad está plagada de desgracias, hecatombes, guerras, muertes. Ahora no lo leemos en los libros, ni lo vemos en el celuloide, lo estamos viviendo en primera persona, nos hemos visto enfrentados a nuestra vulnerabilidad y nos vemos en la obligación de sacar enseñanzas, analizar qué hemos hecho mal, por qué se ha llegado a esta situación,  y qué debemos cambiar para que no se repita.  Seguro que habrá una larga lista de cosas que enmendar. Enmendemos, corrijamos, aprendamos. Esa será la mejor vacuna