lunes, 10 de enero de 2011

MAGIA EN LA ESQUINA


Faltaban pocas horas para que el avión despegara. Tenía prevista su salida para las 15:45 y el vuelo duraría entorno a diez horas. Iba a resultar largo, cansado e incluso aburrido. Seguramente mucho más para él que para el resto de los pasajeros porque la ansiedad no le permitiría disfrutar de las insípidas comidas preparadas, o de los juegos, a elegir entre decenas de posibilidades; ni de las películas de estreno. Daría igual el simpático compañero del asiento de al lado, o la amabilidad de las azafatas. Sobre todo estaría ansioso, inquieto e incluso preocupado. Dejaba atrás muchas cosas y le esperaban muchas más. Tantas ilusiones que ahora estarían a la altura de sus manos, accesibles para él y su futuro.

Había trabajado verdaderamente duro. Muchas noches sin dormir escudriñando en su cabeza las notas que le brotaban inconexas; contratiempos, zancadillas e incomprensiones de compañeros más preocupados por eliminar la competencia que por perseguir el éxito. Las estrecheces se habían convertido en algo tan habitual que habían dejado de preocuparle las reclamaciones del casero, las facturas de la luz y la ropa cada día más desaliñada; comía cuando podía y cuando no, sobrevivía con la solidaridad de sus amigos con mejor suerte y menos aspiraciones.

Su objetivo siempre fue la música. No alcanzaba a saber cuándo empezó su pasión; cuándo su mundo empezó a girar en torno a ella y cuándo a sentir que nada tenía sentido sin ella. Sus oportunidades para avanzar eran muy escasas y menores sin dinero. Sin embargo nunca pensó dejarlo o plantearse dirigir sus pasos por otro camino. Pocos entendían su entrega absoluta, su cerrazón a una vida distinta de aquella y su esperanza incólume en que todo cambiaría algún día: su viejo profesor, leal correligionario y compañero de fatigas en las tabernas las noches de frío. Su madre, conocedora como nadie de su exquisita sensibilidad y su amigo de infancia, un excéntrico romántico como él.

Ahora, al fin, estaba a punto de tomar un nuevo destino que le permitiría soñar despierto. Un destino que comenzó para él en la misma esquina donde tocaba cada tarde por unas pocas monedas. Tanta gente pasando indiferente ante él, algunos admirando su genio secreto y anónimo y otros sencillamente disfrutando de un músico callejero más.

Pero aquél día su suerte cambió. La magia de la música envolvió el ambiente y aquél elegante caballero quedó impresionado por el limpio sonido de su violín, su tesoro, que parecía tocar sólo, sin que sus dedos apenas rozaran las cuerdas mientras el arco se deslizaba

unas veces suave, otras veces vibrante

. Sonaba tan excepcional que alguien como aquél hombre, ávido de genialidad, no podía dejar escapar a quien era capaz de conseguir aquel milagro.

Un mundo muy diferente le esperaba después de diez horas de vuelo. Como si el destino de ese avión fuera un planeta del que él salió un día para regresar después, dejando atrás la vulgaridad, la torpeza, la monotonía. Para vivir sólo entregado a la música.

No hay comentarios: