viernes, 10 de junio de 2011

EL TÚNEL


"¿Por qué el tiempo pasa tan rápido que no puedo reposar en el camino?¿Por qué necesito con ansiedad parar un momento y ralentizar mis pensamientos?¿Por qué no puedo lo que quiero?
Me rebelo como adolescente; pero ahora sé que es inútil mi rebeldía. Que debo aceptar a regañadientes; que cada vez más abundan los grises y que los blancos y negros no están en la paleta de colores. Puede que sea tristeza, o tan sólo resignación; o quizás pragmatismo. Poco importa. Sólo cuenta la dirección de la corriente. Nadar, ahogarse, o sólo flotar. Poco importa."

El estaba escribiendo todas estas reflexiones en la servilleta de papel cuando notó sobre su nuca el calor de su respiración. Ella llegaba sigilosa y dulce, como siempre. Hacía tiempo que le notaba extraño, distante y abandonado a la nostalgia. Nada de lo que ella hacía o decía cambiaba su rostro, su gesto ausente y melancólico.

Ella intentó leer de reojo el contenido de aquel texto, esperando encontrar en él la solución a sus ansiosas preguntas, siempre vacías de respuestas. Pero él, consciente de su actitud arrugó la servilleta hasta ocultarla por completo en su puño. Fue como cerrarle la puerta de su corazón.

La paciente espera durante meses estaba convirtiéndose en desesperación; la impotencia le estaba invadiendo el alma; no podía luchar contra lo desconocido; ni su enorme amor podía sacarle del estado en el que él se encontraba. Las ganas de gritar se le agarraron a la garganta. ¿Por qué?. Esa era la pregunta que le repiqueteaba en la cabeza una y otra vez. Y siempre el silencio escondido tras su mirada. Se estaba convirtiendo en un extraño al que amaba y empezaba a odiar; el que la hizo feliz y la estaba llevando al dolor.

Se sentó frente a él, recuperando fuerzas y valor. Le tomó las manos, aquellas que ocultaban su secreto y le miró directamente a unos ojos cada vez más profundos e inexcrutables.

"Te quiero como a nadie en el mundo. Y siempre será así".

Le besó con la misma dulzura de siempre y se alejó. Su dolor era tan intenso y profundo que temía derrumbarse allí mismo. Pero abrió la puerta y salió a la calle. En aquel momento se rindió. Supo que él nunca compartiría su alma ni con ella ni con nadie. Aquel alma desconsolada, amarga, atormentada y solitaria que su amor nunca lograría conquistar.








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