jueves, 16 de septiembre de 2010

ADIÓS


¡Cuánto vacío!. Aquél día la soledad le calaba los huesos, se le hundía en el alma hasta casi doler como un pinchazo en el corazón. Sabor amargo en la boca; tristeza en la mirada. El silencio de la casa era tan profundo que podía oir su respiración. El mobiliario estaba en el mismo sitio de siempre; nada se había movido. Sin embargo había perdido todo su encanto, no daba calor al hogar, que había dejado de serlo. Se había convertido, casi de la noche a la mañana, en una celda fría y desangelada.


No entendía nada. Desde aquella tarde en que la encontró esperando, maleta en mano, no había dejado de preguntarse por qué; ¿por qué lo había abandonado todo?. ¿Qué había hecho mal?. O ¿qué no había hecho?. Muchas preguntas. Ninguna respuesta; ninguna señal previa le había alertado.


Su explicación, en un tono tan claro y determinante le había confundido aún más. Se le había desvelado una persona distinta de la que creía a su lado en los últimos años. Sus vidas, antes paralelas, se habían alejado sin remedio. ¿Qué había cambiado?.¿Quién era ella?¿Quién era aquella que le miraba fijamente mientras le decía adiós?. ¿Dónde quedó la mujer que amaba?. Sólo desconcierto, abandono, fracaso, pena.


Ahora cada mañana, cada tarde, cada noche serían distintas. Su fácil rutina había desaparecido como la hoja seca al primer soplo de nordeste. Su vida quedaba en el pasado como sujeta por un ancla profunda y pesada; su presente, carente de pulso, se le antojaba una condena sin juicio. Su situación le resultaba tan desconcertante que en cualquier rincón de la casa se sentía extraño. Nada especial que hacer; ninguna razón para entender su existencia; nadie a su alrededor . Solo silencio y soledad.

1 comentario:

Me llaman de todo.. dijo...

Ay Doña, en que mal momento me ha pillado esta entrada.
Un besote guapa.