jueves, 8 de marzo de 2012

EL ANDAR DE LOS CANGREJOS





Hace apenas unas semanas el Secretario General de Caritas España daba a conocer las cifras de la pobreza en nuestro país. En torno al 22 % de la población española vive hoy por debajo del umbral de la pobreza. Un dato demoledor que nos pone ante una situación dramática. Son más de un millón de personas, con sus nombres y apellidos que tienen serias dificultades para subsistir.

Pero lo que convierte a este dato en más injusto es otra cifra situada en el lado opuesto: la venta de productos y servicios de lujo que ha crecido en un porcentaje muy parecido al anterior, el 20% .

La pobreza compartida no es menos pobreza, sin duda. Pero es más llamativo si cabe que se produzcan esos dos hechos tan divergentes al mismo tiempo. En el mismo país, el mismo año están conviviendo dos mundos cada día más dispares.

No hace más tres años vivíamos en una euforía de bienestar general donde el Estado nos garantizaba cualquier necesidad; la economía crecía boyante y nuestro país se había convertido en un paraíso con el que soñaban los abandonados del mundo y al que llegaban para convertir en realidad su futuro. Mientras los nacionales no dábamos un paso ni movíamos un dedo si no nos resultaba suficientemente rentable mientras disfrutábamos del consumismo más voraz. Era algo parecido a una inconsciencia colectiva .

Pero entonces cayó Lehmans Brothers; estalló la burbuja inmobiliaria; lo que gastaba e invertía la administración se convirtió en un derroche insostenible; llegó la deuda, el déficit, la mano de hierro de Merkel, de los mercados prestamistas inflexibles y.... ¡todo se acabó!.

En realidad dicen que nada se crea ni se destruye, sólo se transforma. Pero la transformación ha cambiado demasiadas cosas para mal. Para mal de la mayoría. Esa masa de caras indefinidas que ha perdido su trabajo, ha perdido su vivienda y ha perdido su esperanza. Y eso ocurre ante los ojos indiferentes de los que tienen pensiones desorbitadas, roban el dinero público, trafican con influencias y especulan sin conciencia buscando oro sin moverse del sillón.

No podemos ver todo esto sin darnos cuenta de que es una revolución. pero no de masas. Las masas están paralizadas por el shock, por la incredulidad y por el pánico. Es la revolución de la levadura. Una pizca que antes infló la burbuja y ahora infla los intereses de la deuda soberana, maneja, quita y pone gobiernos.

Hemos pasado del aburguesamiento del proletariado a la proletarización de la burguesía. La clase media se ha diluído como un azucarillo en el café y ahora sólo puede pensar en sobrevivir mientras se pregunta cómo se ha podido llegar a ésto; quién lo empezó todo; cómo se reparte la culpa y sobre todo cuándo terminará la pesadilla.

Lo peor es que el eco de todas esas preguntas viaja de pared en pared sin respuestas y acaso si alguien las conoce está arriba en los pisos altos de un rascacielos ajeno a todo. La inmovilidad y la resignación han ganado la batalla......¿por el momento?

No hay comentarios: