viernes, 25 de noviembre de 2011

EL DERECHO A PENSAR DIFERENTE


Reclamo mi derecho a pensar diferente. Parece una obviedad. Como derecho, lo tengo reconocido constitucionalmente desde hace más de treinta años. Sin embargo con este derecho ocurre como con el de la igualdad de géneros. Nadie lo pone en tela de juicio pero aún las mujeres cobramos menos por el mismo trabajo, tenemos menor presencia en puestos de responsabilidad, llevamos la carga doméstica....

No es ocioso lo que digo porque últimamente prima la homogeneidad, prima lo monocromo que se expande como una epidemia, como una fuerza centrípeta irresistible. Y algunos nos rebelamos. Y los que nos resistimos a esa corriente nos colocan en un "limbo". Se nos niega la utilidad, la posibilidad de tener entidad propia, convicciones sinceras y reales.

Por eso reclamo mi derecho a disentir, a estar unas veces a favor y otras no. A estar de acuerdo con unos y también con otros sin cometer por ello delito ideológico. Reclamo mi derecho a tener ese sitio equidistante de muchos y coincidente de muchos también. Me niego a pensar lo que me dicten los dioses de la comunicación todopoderosa. Me niego al maniqueísmo, a la alternancia sin alternativa. Me niego a volver a la Restauración y quiero un siglo XXI más abierto, sin fronteras políticas ni mentales. Sólo el reino del pensamiento libre en libertad.Y reclamo que nadie me sustraiga ese derecho, ni me condene al ostracismo por ello.

Y es que corren malos tiempos para los diferentes.


jueves, 10 de noviembre de 2011

ESCRITO EL 11/05/10 ¿QUÉ HA CAMBIADO?


EL “COMERCIO JUSTO” Y LOS “MERCADOS INJUSTOS”

Este fin de semana se han celebrado los días internacionales: El día internacional del “comercio justo” y el de “Europa”.

Esto de los días internacionales no creo que tenga más relevancia ni más trascendencia que la de lograr algunas líneas o algunos minutos en los medios de comunicación. Una fórmula que haga meditar sobre un problema, un hecho o un colectivo específico como una llamada de atención a la sociedad.

Pero no deja de llamarme la atención la coincidencia de estas dos celebraciones en el mismo fin de semana, cuando se reclama la extensión del “comercio justo” y el día de “Europa” como un presente sólido del viejo continente.

En el comercio justo lo que entra en juego en muchos casos es la supervivencia de pequeños productores que están sometidos al proteccionismo de muchos países y a los inmensos intereses comerciales de los grandes intermediarios.

Europa, por su parte, lleva años, décadas, forjándose como un proyecto colectivo de países desarrollados, con economías sólidas, ejemplo de democracia y de capitalismo bien engrasado al que se han ido vinculando otros países para hacer una Europa más grande, más solidaria y más fuerte.

La globalización en la que casi sin apreciarlo nos hemos visto inmersos ha influido en algunos aspectos positivamente en ambos: los países pobres y Europa. Pero también ha incidido negativamente, convirtiendo a Europa en objetivo rapaz de los mercados financieros y haciendo más necesario que nunca el comercio justo como gesto de solidaridad con los más desprotegidos.

Por otro lado, la crisis económica ha agudizado las diferencias entre el primer y el tercer mundo. Pero lo más interesante, en mi opinión, que ha revelado últimamente es que esa dicotomía entre los que manejan la economía mundial y los manejados es diferente de la que los europeos creíamos. En los mercados financieros se controlan las economías, se mueven las grandes fortunas de Este a Oeste en los parquets del planeta. Incluso, como se ha visto estos últimos días, se deciden la fiabilidad y la viabilidad de las deudas públicas y en definitiva de los países.

Los últimos acontecimientos han dejado patente que también la vieja Europa se puede ver manipulada por los mercados (financieros) a su antojo. Las empresas de “rating”, la rumorología, los especuladores, pueden hacer a Europa tan vulnerable como los pequeños productores de café, de azúcar o de maíz, que luchan por su “comercio justo”. Paradójicamente las mismas

compañías y especuladores que hace unos meses abocaron al mundo a una crisis sin precedentes; las mismas compañías y especuladores a los que tuvieron que salvar de la hecatombe los mismos Estados, es decir, los ciudadanos que hoy ponen en “solfa”.

Cada vez parece más razonable la idea de que debemos poner freno definitivamente a los mercados financieros especuladores. Hoy deberíamos convocarnos todos a celebrar el “Día Internacional de los mercados justos”.